Todo el mundo conoce Alicante, una de las ciudades más famosas y bonitas de España. Si bien es cierto que es conocido, sobre todo, por su buena climatología y sus playas y deportes acuáticos. Pero hay más elementos que hacen a esta ciudad un encanto: su gastronomía mediterránea, su cultura y sus fiestas y, aunque quizás no esté todo lo valorada que debería su historia.
Por eso hoy vamos a dejarte un pedacito de esa historia. Pequeño pero importante, tanto es así que la historia que te vamos a contar hoy esconde una leyenda, por cierto, que da origen al nombre de la ciudad. Y es que hoy te vamos a contar la historia del castillo de Alicante y la leyenda de la Cara del Moro.
Castillo de Santa Bárbara
En primer lugar, debes saber que en Alicante no hay uno, sino dos castillos. Uno es el de San Fernando y otro es el de Santa Barbara. Hoy vamos a hablarte de este último, quizá el más famoso y el que esconde la leyenda de la Cara del Moro que da origen al nombre de Alicante. Este castillo se encuentra abierto a las visitas del público desde el año 1963 y dispone de dos ascensores que permiten el acceso fácil a aquellos que desean visitarlo.
El castillo de Santa Bárbara recibe este nombre por la fecha en la que se reconquistó la ciudad a los árabes. Fue el rey Alfonso X el Sabio quien llevo a cabo esta reconquista en 1248. Y resulta que ésta se produjo un 4 de diciembre, día en el que se celebra la festividad de Santa Bárbara, de ahí que este castillo reciba este nombre.
El castillo se encuentra en lo alto del monte Benacantil, una enorme formación rocosa de 166 metros de altura sobre el nivel del mar. Desde este punto se controlaba y vigilaba tanto la zona terrestre interior como todo el tránsito marítimo de la zona. Hoy en día ya no nos hace falta vigilar a los barcos, pero sí podemos disfrutar de unas inmejorables vistas de toda la zona, incluida la ciudad de Alicante y la bahía.
En el castillo de Alicante podemos ver tres elementos principales, cada uno hecho en distintas épocas como añadidos:
- Torre del Homenaje. Es el origen de la antigua fortaleza, la torre actual es del siglo XIV.
- Patio de armas y estancias interiores, como por ejemplo el salón de Felipe II.
- Revellín del Bon Repós, la parte más moderna del castillo, del siglo XVIII y que actualmente incluye el aparcamiento y una estatua que homenajea a Félix Berenguer de Marquina, un famoso militar alicantino que llegó a convertirse en Virrey de Nuevo México y Capitán General de Filipinas.
El castillo ha ido sufriendo ampliaciones y reformas a lo largo de su historia. De la fortaleza original puede que no quede prácticamente nada. La reforma más importante se realizó en tiempos de Felipe II, las obras duraron dos décadas pero se le añadieron numerosas estancias.
En lo que se refiere a su historia hay que decir que esta está llena de asedios, ataques y bombardeos. Destacando los bombardeos sufridos por los navíos franceses en 1691 o los que sufrió durante la guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII.
Los bombardeos no son la única página negra de la historia del Castillo de Santa Bárbara. Otra de la más oscura y reciente es la que, precisamente, no lo utilizan como castillo sino como cárcel de prisioneros. Fue durante la triste Guerra Civil Española y fue utilizada por ambos bandos, primero fue prisión de presos del bando nacional y después pasó a estar la ciudad en manos de este bando utilizándose el castillo como prisión para presos republicanos.
La leyenda de la Cara del Moro
Y lo prometido es deuda, aquí va una bonita leyenda que además guarda el origen del nombre de la ciudad de Alicante y además, tiene relación con este castillo y su ubicación.
La leyenda de la cara del moro tiene su origen en la época de control musulmán de la ciudad. Cántara era la hija del califa árabe que gobernaba Alicante en aquel momento. Al cumplir la mayoría de edad su padre, como era costumbre quiso casarla.
Entre los pretendientes a este casamiento destacaron Almanzor y Alí. Como los dos le agradaban al padre y no se decidía por ninguno de ellos decidió poner un reto a ambos. Quien lo cumpliera se casaría con su hija. El reto era simple: ambos tenían que conseguir impresionar a la princesa Cántara.
Alí realizó un canal para traer agua desde Tibi en cambio Almanzor decidió ir a la India (un poco más lejos) para traer las sedas y especias más sorprendentes que hubiera. Claro está Alí se quedo cerca de la princesa y ese consiguió que brotara el amor entre ambos. Se enamoraron.
Pero claro, cuando Almanzor regresó con tan magnitud de riquezas y cosas exóticas de la India, el califa no pudo sino sucumbir a tanta belleza. Por eso su decisión fue darle la mano de su hija a él y no a Alí. Es por eso que Alí decidió no soportar una vida de tanto dolor si su bella Cántara y se tiró al vacío desde lo alto. La leyenda cuenta que allí donde el se arrojó comenzó a brotar agua de manera permanente, se trata del conocido hoy como pantano de Tibi.
Y como en otras historias parecidas, Cántara, rota de dolor, no tardó en seguir a su amado en su destino. También se arrojó al vacío desde la sierra de San Julián. Y para terminar la tragedia el padre de Cántara también murió de pena, vamos que Almanzor se quedó sólo y repleto de riquezas.
La leyenda continúa diciendo que la cara del califa triste se quedó grabada para siempre en el monte Benacantil, exactamente, donde se levanta el castillo. De ahí que a este monte se le conozca como la Cara del Moro, que no es otro que el padre de Cántara.
Y por si aún no te has dado cuenta, los dos protagonistas enamorados de nuestra historia y leyenda son Alí y Cántara. De ahí sacaron los habitantes de la ciudad el nombre de Ali y Canté, para recordar por siempre, la historia de estos dos amantes.
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